Y de repente... Reaparece. No tiene que ser el amor más intenso, tampoco el más largo. No debe ser el que más te ha querido, ni el que te ha prometido un amor eterno. No siempre es el primero, incluso puede no ser el último. Simplemente es... Él. El chico de siempre, el que te robó el corazón un buen día, para no devolvértelo. Tal vez, pienses que lo has olvidado, que sólo es... Una persona a la que has querido, pero ya ves, después de tanto tiempo, reaparece. Recuerdas cada día que le has dicho que le quieres, cada promesa que te ha hecho para no cumplir... Recuerdas como contabas los días para estar con él, y como, en estos momentos, debes ser una simple conocida para él. Y lloras, lloras de impotencia por haberlo podido tener y no haberlo conseguido. Lloras, porque nunca más tendrás la oportunidad de que te dedique una sonrisa. Pero después de la última lágrima, aparece una tímida sonrisa, que te susurra que él está feliz. Y eso, te importa mucho más que cualquier cosa, mucho más que ser tú la que lo hagas.
Y a pesar de que su amor sea eterno y de que sean felices, decides quedarte esperando, por si algún día decide regresar, o tal vez, pasar a saludar.
No sabes lo que es la vida hasta que no te han clavado una daga ardiendo en el centro del corazón y ha estallado, manchándolo todo de sangre. No sabes lo que es la vida, hasta que no te has emborrachado para curar las heridas, sabiendo que no las vas a cicatrizar. No sabes lo que es la vida, hasta que has encontrado los ideales por los que luchar y partirte la cara hasta sangrar. Pero nunca sabrás lo que es la vida, si no luchas por reconstruir(te), si no peleas por encontrar a quien te ayude hacerlo, ¿y quién mejor que tú mismo?
diumenge, 6 de novembre del 2011
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