Hay momentos en los que pienso que soy adicta a ver tu nombre, a hablarte, a llamarte, a escuchar tu voz, a hablarte y soñarte. Hay momentos en los que creo que cuando le vea a él, te voy a ver a ti. Hay momentos en los que creo que estás a mi lado, que siento tu presencia al otro lado de la cama, abrazándome y susurrándome cosas bonitas mientras me despiertas con un beso. Hay momentos en los que daría la vida por ti, porque sé que la cuidarías. También hay momentos en los que creo que eres la suerte de mi vida, que por fin te he encontrado y que todo va a ser perfecto.
Pero, no te voy a mentir. También hay momentos en los que tengo miedo. Miedo a perderte, a que esto sea fruto de mi imaginación, a que desaparezcas cuando más te necesito. Hay momentos en los que me da miedo hablarte, por si no me contestas, o por si te aburro. Hay momentos en los que el miedo se apodera de mí, diciéndome que no luche por ti. Pero siempre están los momentos, en los que gano al miedo, y vuelvo a hablarte. Vuelvo a hablarte y a echarte de menos, en cada palabra. Vuelvo a hablarte y sentirte a mi lado. Vuelvo a hablarte y a enamorarme poco a poco.
No sabes lo que es la vida hasta que no te han clavado una daga ardiendo en el centro del corazón y ha estallado, manchándolo todo de sangre. No sabes lo que es la vida, hasta que no te has emborrachado para curar las heridas, sabiendo que no las vas a cicatrizar. No sabes lo que es la vida, hasta que has encontrado los ideales por los que luchar y partirte la cara hasta sangrar. Pero nunca sabrás lo que es la vida, si no luchas por reconstruir(te), si no peleas por encontrar a quien te ayude hacerlo, ¿y quién mejor que tú mismo?
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