Así, como el que no quiere la cosa, ha pasado. Se han terminado los días de acostarse tarde, y levantarse más tarde aún, de besarnos bajo el agua, o sobre la arena e incluso en la primera esquina que quería ser testigo de nuestro amor. Han finalizado las horas tumbada en una toalla, esperando a que tu silueta asomará por el horizonte, para darle permiso a mi sonrisa para volverse a mostrar, primero tímida, más tarde hermosa. Han llegado al fin los susurros en la puerta de mi casa, deseando que el reloj no dará la hora de recogerse.
Pero con el fin del verano, no sólo han llegado al fin todos nuestros momentos, han regresado cosas nuevas. El despedirme de ti todas las semanas, y luchar contra el tiempo para que vaya más rápido, echándole el pulso que, aunque me esfuerce, es imposible de ganar. Han vuelto las horas de echarte de menos, y no verte cuando lo necesito. Ha regresado el agujero en el estómago al verte subir al autobús.
No sabes lo que es la vida hasta que no te han clavado una daga ardiendo en el centro del corazón y ha estallado, manchándolo todo de sangre. No sabes lo que es la vida, hasta que no te has emborrachado para curar las heridas, sabiendo que no las vas a cicatrizar. No sabes lo que es la vida, hasta que has encontrado los ideales por los que luchar y partirte la cara hasta sangrar. Pero nunca sabrás lo que es la vida, si no luchas por reconstruir(te), si no peleas por encontrar a quien te ayude hacerlo, ¿y quién mejor que tú mismo?
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