Miedo, oscuridad, ausencia, pánico, soledad, terror y dolor…
Sentimientos oscuros, dañinos para cualquier persona que los viviese todos a la
vez. Así era como estaba yo hace apenas
tres meses. Sentía como mis ganas de vivir disminuían y como aumentaban las de
escapar, huir como los cobardes y dejarlo todo atrás. Empezar a correr, sin
rumbo fijo, acompañarme de esa oscuridad que me rodeaba y llegar a un lugar
donde nadie me conociese, empezar de cero, sin ser yo, siendo ella, o quizás
aquella. Buscarte debajo de las piedras y detrás de las nubes. Entre la gente y
el humo de este bar que no me deja respirar. En los culos de la cerveza, y en
el primer chupito de la noche. En cada beso, y en todas las palabras. Buscarte
a ti, sí. Aunque no te conociese, sin saber ni siquiera el color de tus ojos,
ni la dulzura que contiene tu mirada. Sin entender porque te escondes de mí, si
no quiero hacerte daño. Buscarte a ti, sí. Con esa sonrisa que devuelve la
vida, y esos susurros que la paralizan, con esas manos que me bajan el mundo, y
esos besos que me roban el alma. Buscarte a ti, sí.
No sabes lo que es la vida hasta que no te han clavado una daga ardiendo en el centro del corazón y ha estallado, manchándolo todo de sangre. No sabes lo que es la vida, hasta que no te has emborrachado para curar las heridas, sabiendo que no las vas a cicatrizar. No sabes lo que es la vida, hasta que has encontrado los ideales por los que luchar y partirte la cara hasta sangrar. Pero nunca sabrás lo que es la vida, si no luchas por reconstruir(te), si no peleas por encontrar a quien te ayude hacerlo, ¿y quién mejor que tú mismo?
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