Otro nueve se tacha en mi calendario, y con este, ya van cuatro. Cuatro veces he pasado ya sobre el día nueve, y en ninguna de ellas te lo he podido agradecer. Tampoco será hoy el día en el que lo haga, y dudo que tenga la posibilidad de hacerlo. Sería seguir con la faceta del masoquismo, sin hacer nada para remediar el dolor que me provocas. Pero hoy es diferente a los otros días. Hoy sonrío, porque sí. Porque me apetece echarle un pulso a la tristeza, demostrarle que si ella es fuerte, yo lo soy más. Y sonrío al recordarte. Eres más que una cara bonita, que una sonrisa que deslumbra o que unos ojos que atontan. Puede que me provoques esto, o más. Pero sonrío al recordar todos tus rasgos, la forma en la que me decías que me echabas de menos, o que tenías ganas de verme.
Ahora no quiero machar los buenos momentos, los recuerdos felices con la respuesta a un por qué. No quiero saber el motivo que te llevo a despedirte para no volver, o las razones que te hicieron eliminar mi nombre de tu vocabulario. Sólo quiero recordar como pronunciabas mi nombre, o de la forma en la que clavabas tus ojos en los míos mientras yo no lo resistía. Quiero hacer memoria, quiero pensar en todos los momentos buenos, y sonreír, sin miedo a la brecha que cada vez se hace mayor en mi interior, sin pensar en como estaré esta noche. Sólo quiero pensar en ti, y olvidarme de lo demás, hasta que el dolor me hunda.
No sabes lo que es la vida hasta que no te han clavado una daga ardiendo en el centro del corazón y ha estallado, manchándolo todo de sangre. No sabes lo que es la vida, hasta que no te has emborrachado para curar las heridas, sabiendo que no las vas a cicatrizar. No sabes lo que es la vida, hasta que has encontrado los ideales por los que luchar y partirte la cara hasta sangrar. Pero nunca sabrás lo que es la vida, si no luchas por reconstruir(te), si no peleas por encontrar a quien te ayude hacerlo, ¿y quién mejor que tú mismo?
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