Y de repente, una imagen aparece. Está muy difuminada y parece un holograma, pero aún y así, reconocería sus ojos verdes en cualquier parte. La misma sonrisa de siempre, la que te mira y te promete un mundo. Me acerco a ella con una de mis mejores sonrisas y me dispongo a acariciarle la mejilla derecha, pero cuando levanto la mano, desaparece. De nuevo se ha marchado de mi vida, dejándome con un profundo vacío en el interior. Un vacío que intento cerrar apretándome fuerte, pero tiene tal profundidad, que no consigo hacer nada. Y me quedo en el suelo tendida, dejando que mi dolor recorra todas las partes del cuerpo.
Igual no es tan agradable soñar. No siempre puedes mandar en tus sueños, hacer lo que deseas. La realidad supera a los sueños, tu dolor cotidiano, traspasa las barreras de la realidad para adentrarse en las de la imaginación.
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